jueves, 20 de agosto de 2009

CON UN POQUITO DE SUERTE

Hola, amigos:

Hoy vamos a hablar de la suerte, esa que cuando se tiene en abundancia se asocia con una flor en el trasero. Aquí tenemos varios ejemplos de gente que mas que una flor tuvo una buena maceta y uno que además de suerte tuvo tesón y talento para poder aprovecharla.

Post dedicado a mi amiga Inma, que algo de suertecilla se merece, carajo.

EL CASO DE TSUTOMU YAMAGUCHI

Nuestro amigo nació en Japón en 1916. Ingeniero de profesión, el 06 de Agosto de 1945 se encontraba en Hiroshima en viaje de negocios cuando cayó la bomba atómica que arrasó la ciudad. Al estar en las afueras sobrevivió a la tremenda explosión aunque sufriendo dolorosas quemaduras.

Al cabo de dos días volvió a su ciudad natal para recuperarse de las heridas y la tremenda impresión. El 09 de Agosto de 1945 se encontraba en su casa, a las afueras de... Nagasaki, donde cayó la segunda bomba atómica. Yamaguchi volvió a sobrevivir al bombardeo, a pesar de sufrir de nuevo quemaduras graves.

Que yo sepa, el Sr. Yamaguchi todavía sigue vivo a pesar de la doble dosis de radiación.

EL CASO DE ROB DE KNECHT

El 19 de Febrero de este año un empresario holandés, Rob de Knecht, volaba con destino a Irak en un viaje de negocios. Al aterrizar en Estambul para hacer escala, el avión patinó por la pista y chocó de frente contra un poste de iluminación de la pista.

Milagrosamente no hubo muertos, pero sí un montón de heridos, aunque nuestro amigo salió ileso. Pasados unos días, una vez recuperado del shock y tras pensárselo mucho, sacó un pasaje en un vuelo para volver a su país.

El 25 de Febrero, el Boeing 730-800 de la Turkish Airlines que le llevaba de vuelta a Amsterdam se desplomó antes del alcanzar la pista de aterrizaje. 9 muertos y otro montón de heridos. A pesar de fracturarse cuatro costillas, en cuanto Rob pudo salir al exterior con el resto de supervivientes comenzó a fotografiar compulsivamente el avión siniestrado.

"Si no, nadie me va a creer", dijo el empresario.

EL CASO DEL SARGENTO NICK ALKEMADE

En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, nuestro amigo era un joven de 21 años, artillero de cola en un bombardero de la RAF.

La noche del 24 de marzo de 1944, al regresar de un bombardeo sobre Berlín, el avión fue alcanzado por la aviación nazi y el piloto ordenó saltar en paracaídas a la tripulación. La cabina donde se alojaba el artillero solo tenía sitio para él, cuatro ametralladoras y la munición. El paracaídas estaba fuera de la torreta, justo en la parte del avión que estaba ardiendo.

Así que nuestro amigo tenía dos opciones: morir abrasado o morir estampado contra el suelo. Como estaban a mas de 6.000 m, Nick sabía que al salir de la cabina se desmayaría por la falta de oxígeno y no se enteraría de su muerte, así que dedicó su último pensamiento a su novia Pearl y saltó al vacío.

Despertó en el suelo, en una montañita de medio metro de nieve, bajo unos árboles que habían amortiguado la caída, pero que no explicaban como se podía sobrevivir a un salto de seis kilómetros. Sólo tenía una torcedura de tobillo, pero estaba en estado de shock y no quería ni moverse, así que sopló con fuerza su silbato y en pocos minutos fue apresado por soldados alemanes.

La historia de su salto era absolutamente increíble y los nazis pensaron que estaban ante un espía, pero al dar la matrícula del avión y su número de serie, comprobaron que correspondía a un avión que acababan de encontrar hecho pedazos, con un paracaídas quemado en la zona de la torreta de cola del que quedaba un resto. Allí se podía leer un numero de serie exactamente igual al del uniforme de Alkemade. Su relato era cierto.

El sargento se convirtió en un héroe para sus compañeros presos, pero también para los alemanes que lo trataron de forma exquisita hasta su liberación al término de la guerra.


EL CASO DE JESSE OWENS.

Seguramente habréis oído hablar de él, el atleta negro que ridiculizó a Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín obteniendo 4 medallas de oro frente al supuesto poderío ario. Pues sin restar mérito a su hazaña, Owens tuvo un poquito de flor, porque los oros de los 100 m y salto de longitud no hubieran sido tales si las cosas hubiesen seguido su curso normal.

Unos meses antes de la Olimpiada se celebraron los campeonatos clasificatorios en EEUU ( los "trials"). El gran favorito en los 100 m no era Jesse Owens, sino Eulace Peacok, otro negro de inmenso talento para correr y saltar.

El salto de longitud supuso un disgusto para Owens. Se había impuesto Peacock a pesar de que él tenía la mejor marca del año, y en los 100 m no tenía la menor posibilidad de ganar. Su rival le había ganado todas las veces ese año salvo una carrera... en la que se comprobó que los tacos de salida de Eulace se habían movido. Al repetirse la prueba, Peacock volvió a ganar con una enorme facilidad.

Pero en las semifinales Peacock se lesionó gravemente en el talón de aquiles y no solo no pudo correr la final, sino que no pudo ni acudir a la Olimpiadas (esa lesión supuso a la postre el fin de su carrera), dejando el camino libre a Jesse Owens.

Ya en las propias Olimpiadas, en la calificación de salto de longitud las cosas no le iban demasiado bien a Owens. Su mayor rival se llamaba Lutz Long, alemán rubio, alto y de ojos azules, la gran esperanza de los nazis. Sus dos primeros saltos fueron nulos y si fallaba el tercero caería eliminado. Su rival se clasificó sin problemas para la final y los técnicos de su selección no daban con la fórmula para ayudarle. Hitler se frotaba las manos con la posible eliminación de Owens y la mas que probable medalla de oro de su representante ario.

Justo antes de que Jesse saltara por tercera vez, Long se acercó a él y le indicó que si retrasaba un poco su punto de salto no tendría problemas para hacer un intento válido. Owens lo hizo, logró un gran salto, se clasificó y en la final le ganó el oro al alemán, que fue el primero en darle la mano.

Owens y Long se convirtieron en grandes amigos y en el caso del alemán esa amistad le costó la vida. Fue el único deportista de élite que fue destinado reiteradamente a posiciones peligrosas en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, y acabó muriendo en 1943 a consecuencia de las heridas que recibió en Sicilia.

Así que dos de los oros de Jesse Owens se deben en parte a la lesión de un rival y al fair play de un nazi, que afortunadamente demostraría no ser tal.

Besos a tod@s


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ante todo gracias por dedicarme el Post!!!

Yo conozco otros cuantos que tienen la suerte de un quebrao, pero no son dignos de mentar jajajaja.

Bueno amor muchas gracias x deseamer un poquito de suerte. Muchos bsitos!!!!!