jueves, 3 de diciembre de 2009

LA SILLA ELECTRICA


Hola, amigos:

Se acerca la Navidad.

La próxima nómina la retención de IRPF de Hacienda es la ostia, porque sabe que hay paga extra.

Paga extra que me gastaré entre los regalos que debo comprar a última hora y la retención en la cuenta que me hacen todos los años por el IBI de hace diez, que ya he debido pagar al menos tres veces, y un sellito de un coche que ya ni siquiera existe y está dado oportunamente de baja, pero eso al Ayuntamiento le importa un carajo.

Así que mi humor está de perros, y solo me apetece de hablar de un invento terrible, un instrumento de matar a sangre fría, que quizá solo podría justificar su existencia en caso de que diera asiento a los tertulianos de Sálvame o DEC o "ese familiar/amigo/lo que sea" que aparece una vez al año para dar por culo, siempre en estas fechas, a ver si pilla invitación a cenita o parte de la cesta de Navidad.

En fin, que sabemos para lo que sirve nuestra silla, sabemos cómo funciona, pero casi nadie sabe que fue un negocio ruinoso para el inventor del telégrafo, Thomas Edison, y la clave para que hoy disfrutemos de la electricidad tal como lo hacemos. La historia es francamente curiosa.


A finales del siglo XIX, Thomas Alva Edison se autodenominó inventor de la bombilla eléctrica, aunque en realidad lo que hizo fue perfeccionar el material con el que se hacían para aumentar su duración. Puso las bases para iluminar nuestro planeta y fundó la empresa General Electric financiado por el banquero JP Morgan. Los generadores que diseñó producían un tipo de electricidad llamada corriente continua, que quiere decir que fluye siempre en el mismo sentido.

Su gran competidor era George Westinghouse, que era bastante peor inventor pero tenía un genio a sus órdenes llamado Nikola Tesla, el descubridor de la corriente alterna, que quiere decir que cuando fluye cambia de sentido cada cierto tiempo.

Aquí tenemos a la izquierda a Westinghouse y a la derecha a Tesla:



Aquí los amigos se peleaban por todo. Edison defendia la corriente continua, de baja tensión, conducida por cables bajo tierra. Westinghouse la corriente alterna descubierta por Tesla, de alta tensión, conducida por cables por el aire. Lo que estaba en juego era nada menos que la concesión del tendido y suministro eléctrico de todos los estados de EEUU, un dineral.

Y de momento ganaba Westinghouse, porque el sistema desarrollado por Tesla permitía a la corriente llegar mucho más lejos que el de Edison y sus generadores eran más potentes y más baratos.


En 1881 el dentista Albert Southwick estaba caminando por una calle en la ciudad de Buffalo, al norte del estado de Nueva York, cuando vio a un obrero tocar las terminales de un generador eléctrico y quedar carbonizado en cuestión de segundos. Sorprendido por la rapidez del desenlace, el dentista pensó inmediatamente que la víctima no había sufrido nada. Al día siguiente le comentó el episodio a un amigo, el senador David McMillan, que a su vez le relató la anécdota al gobernador de Nueva York, David B. Hill, justo cuando el amiguete le daba vueltas a la idea de sustituir la horca por otro método más compasivo como forma de ejecución. Hill pidió entonces a la Legislatura que tomara en cuenta la electricidad para reemplazar a la horca y se decidiera lo más rápidamente posible.

Y rápidamente se tomó en consideración, para lo que es un organismo burocrático. Cuatro años después se formó una comisión en el Congreso para discutir la cuestión.

Mientras tanto, el avispado Edison hizo investigaciones acerca del suceso del dentista y el obrero carbonizado y descubrió que el generador que había tocado el desgraciado era de corriente alterna, de los usados por la firma Westinghouse. Mejor aún: el obrero trabajaba para Westinghouse, así que Edison y sus asociados comenzaron a propalar que la corriente de su contrincante era muy peligrosa y nadie debía permitir que un elemento de semejante poder destructivo fuese de uso urbano y doméstico. Obviamente, la electricidad que debía llegar a las casas de los estadounidenses era la suya. Más cara, sí, pero segura y confiable.


Puso en marcha una gigantesca campaña nacional al mando de Harold P. Brown, inventor, electricista, ingeniero y un gran charlatán, que trabajaba en el equipo de A.E. Kenelly, jefe de investigadores del laboratorio que Edison tenía en Menlo Park, Nueva Jersey. El amigo Brown preparó un aparato en forma de pequeña silla, lo patentó y se dedicó a ir de ciudad en ciudad haciendo la siguiente demostración: amarraba a esa pequeña silla a un gato y le aplicaba la corriente alterna de Westinghouse hasta dejarlo frito.


Con el paso del tiempo, Brown achicharró liebres, caballos, vacas y hasta un orangután en la ciudad de Albany. Thomas Edison avaló todos esos experimentos y se atrevió a hacer personalmente algunos otros. En una ocasión fotografió y filmó la electrocución que él mismo llevó a cabo de una elefanta de circo llamada Topsy que al escaparse había matado a tres personas.

El macabro vídeo podeis verlo pinchando aquí.

Sus conclusiones estaban claras: la corriente de Westinghouse mataba; la de él hacía un poco de daño pero era inofensiva. En 1888, el gobernador de Nueva York firmó el decreto que establecía la silla eléctrica como método legal de ejecución de criminales y se eligió la corriente alterna.


Westinghouse estaba indignado y se negó a prestar sus aparatos para matar delincuentes. No quería que su sistema quedara asociado con la muerte y comenzó a dar discursos donde apelaba a la conciencia de los ciudadanos que siempre acababan con la frase “es una ejecución inhumana y antinatural, equivalente a quemar vivo”. Pero no pudo hacer nada porque el gobierno compró tres generadores Westinghouse a través de intermediarios que fueron adaptados a una silla por el mata-animales Brown bajo la supervisión de Edison.

La primera ejecución en la silla fue la de un tal Ernest Chapeleau, un francés nacionalizado estadounidense, en la prisión de Sing Sing en Nueva York. No se sabe muy bien lo que pasó porque no hubo apenas testigos, pero debió producirse un fallo bastante grave porque Chapeleau salió de la sala con quemaduras de tercer grado pero vivo. Como su sentencia decía "será ejecutado en la silla eléctrica" no insistieron, pues no decía “ejecutado hasta morir”. Rápidamente, modificaron el texto de las sentencias y lo añadieron para las ejecuciones siguientes.

William Kemmler fue el segundo. Era un verdulero de origen alemán de 40 años, sentenciado por matar a hachazos a su amante-novia, la pobre Matilda Tille Ziegler, por celos. Kemmler apeló alegando que la electrocución en la silla era inconstitucional por tratarse de un método cruel e inusual, casualmente el mismo argumento utilizado posteriormente en 1972 por la Corte de los Estados Unidos para abolir la pena de muerte, al menos por un tiempo. El propio Westinghouse presentó los argumentos de Kemmler, pero Edison y su lacayo Brown quisieron ser testigos del Estado para desmentir que se tratase de una pena cruel. La Corte quiso estar a la altura de los avances tecnológicos y rechazó la apelación.

A Kemmler se le informó de que sería ejecutado a las 06:00 del 06 de Agosto de 1890, y en esta ocasión en mitad de un circo mediático, con multitud de testigos. La foto de la ejecución del alemán que podeis ver es auténtica.




El día señalado, cuando las lámparas del panel de control se iluminaron, indicando que habían alcanzado 700 voltios, un tal Edwin Davis accionó el interruptor que permitió a la corriente fluir hacia la silla. La electricidad corrió por el cuerpo de William Kemmler durante 17 segundos en los que se convulsionó contra las correas y su rostro se volvió rojo brillante. Uno de los presentes llegó a decir, exaltado: “¡Vivimos en una mejor civilización a partir de este día!”.

Su parlamento quedó ahogado por el del médico que fue a examinar al verdulero: “¡Está vivo! ¡La corriente, pronto!”.

Los funcionarios dieron apresuradamente la orden de conectar de nuevo la corriente. El generador estaba apagado y pasó algún tiempo hasta alcanzar el voltaje otra vez. Mientras tanto, Kemmler gimió y luchó para tomar aire ante los horrorizados testigos. Cuándo el generador alcanzó 1.030 voltios la corriente se conectó otra vez a la silla, y esta vez se mantuvo algo más de un minuto, hasta que comenzó a salir humo de la cabeza de Kemmler. Había un tremendo olor a carne quemada y pudo oirse un curioso sonido crujiente cuando la corriente fue retirada. El preso estaba muerto.


La cobertura periodística fue desde lo sobrio a lo sensacionalista y algunos periódicos llegaron a decir que habían salido llamas de Kemmler, como podeís ver en la ilustración de la época.

Algunos de los testigos se preocuparon por lo que vieron y opinaron contra este método de ejecución armando un revuelo público considerable, que no fue suficiente para mover a los legisladores a revocar la ley de electrocución. Westinghouse comentó después: “Lo hubieran podido hacer mejor con un hacha”, más molesto que nunca porque ya se empezaba a decir que los electrocutados eran en realidad Westinghauseados. El único que parecía feliz era Edison, que se veía tiunfador.

Pero no fue así en absoluto. La industria americana valoró que los generadores de corriente de Westinghouse habían dado en pocos minutos 700 Watios, y tras un breve descanso llegaron hasta 1.030 W, potencias que los de Edison ni siquiera soñaban con alcanzar, sugiriendo adoptar la corriente alterna para sus fábricas. Para garantizar la seguridad de los hogares americanos bastaba poner un limitador de potencia que encima era muy barato, lo que hoy conocemos como "magnetotérmicos" y nuestras abuelas llamaban "los plomos". El resto del mundo se hizo eco y hoy la corriente continua es sólo un trocito de historia.

Y debo decir que me alegro. Sin lugar a dudas, Thomas Edison fue un gran inventor y un genio, pero también un hijoputa de cuidado.

Como algun@s que te llaman cuando se acercan estas fechas haciéndose pasar por amig@s...

Besos a tod@s

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