martes, 29 de septiembre de 2009

LA CONDENADA Y EL VERDUGO


Hola, amigos:

Una de las cosas en las que no pensamos cuando se habla de la pena de muerte es en la persona que la tiene que aplicar físicamente. Hoy conoceremos la curiosa historia de una condenada a muerte y un verdugo. Dedicado a Maria del Mar, no porque merezca morir o tenga pinta de decapitadora, ni mucho menos, sino porque a este paso no le voy a dedicar nunca un post y se lo merece como la que más. Besos, guapa.

Alrededor de 1945, una chica de 12 años llamada Pilar Prades abandonó su pueblo de Begis, Castellón, para trasladarse a Valencia a trabajar de sirvienta. Analfabeta, poco agraciada, introvertida y brusca, duraba poco en las casas en las que entraba a servir. Sus ojos eran lo que peor efecto causaba en sus patronos, una mirada seca, dura, que traspasaba. Llegó a cambiar de trabajo hasta en tres ocasiones el mismo año.

En 1954, con 26 años, entró a servir en casa de un matrimonio, Enrique y Adela, que tenían una tocinería. Un día, Adela cayó enferma y a partir de aquel día Pilar tuvo que ocuparse de ayudar a Enrique en el mostrador sin abandonar por ello las tareas de la casa y el cuidado de su señora. Vómitos, pérdida de peso, debilidad muscular… El estado de la enferma era cada día más preocupante y el médico de cabecera no lograba adivinar la causa de las dolencias. Al final, Adela falleció.

El desconsolado esposo preparó el funeral, pero la tocinería no cerró aquel día. Pilar convenció a su patrón de que había que cuidar a la clientela y ella misma se encargaría de despachar. Cuando el viudo regresó del entierro y entró en la tienda, una imagen le impactó vivamente: la de la criada detrás del mostrador luciendo una amplia sonrisa en su rostro y vistiendo uno de los delantales almidonados de la difunta. La criada había tomado el puesto de la señora.

Enrique, sin darle ninguna explicación, puso a Pilar de patitas en la calle.

No tardó mucho en encontrar otra casa. Se la consiguió su amiga Aurelia, que trabajaba como cocinera en el domicilio de un médico militar, y entró en la misma casa para servir como doncella. Un día surgió un problema entre las dos amigas a causa de un chico que le gustó a Pilar pero que sacó a bailar a Aurelia y luego se fue con ella. Aparentemente no ocurrió nada porque la doncella no dijo una palabra y la siguió tratando igual que siempre. Es más, le hizo compañía y le dedicó cuidados cuando una semana después cayó enferma.

Como en el caso de su antigua patrona, Pilar también le preparaba constantemente caldos y tisanas, hasta que su estado llegó a ser tan grave que decidieron internar a Aurelia en un hospital.

Un par de semanas más tarde fue la dueña de la casa, la esposa del médico militar, la que se puso enferma. Al principio parecía una gripe vulgar, pero se fueron manifestando síntomas muy parecidos a los que había presentado la cocinera, que seguía en el hospital con las extremidades prácticamente paralizadas. El médico se alarmó, consultó de nuevo con otros especialistas y entre todos tomaron la decisión de realizar la prueba del propatiol, un inyectable que permite descubrir la presencia de un tóxico sin necesidad de realizar un análisis.

El resultado fue definitivo: la causa de las dolencias de la mujer era el envenenamiento por arsénico.

Sospecharon de Pilar y decidieron indagar en la personalidad de la criada. En la entrevista con su antiguo jefe, el chacinero informó de lo sucedido con su esposa y de cómo había despedido a Pilar tras el entierro porque no le gustó ver cómo la criada se consideraba sucesora de la difunta señora. El médico militar presentó denuncia en la comisaría de Ruzafa, en Valencia, y exhumaron el cadáver de la chacinera, que apareció en pleno proceso de momificación, algo que solamente ocurre cuando en los restos hay presencia de una sustancia química.

Los análisis confirmaron que había arsénico y la policía, al registrar la habitación de Pilar, encontró una botellita de Diluvión, un veneno matahormigas compuesto de arsénico y melaza, sustancia que le confería un sabor dulzón.

Treinta y seis horas de interrogatorios, alimentada solamente con aspirinas, no bastaron para que Pilar se reconociera autora de los envenenamientos. Tan sólo aceptó que en una ocasión le había servido una infusión a la esposa del médico con un poco de aquel líquido dulce, sin saber lo que era, porque se le había acabado el azúcar. Pero de Aurelia y la chacinera no dijo una sola palabra. El abogado que se encargó de su defensa le advirtió a Pilar desde el primer momento que la amenaza de pena de muerte planeaba sobre el caso y le aconsejó que se declarara culpable para obtener una condena que oscilara entre los 12 y los 16 años, pero ella se negó y defendió su inocencia hasta el final.

Pilar Prades fue condenada a muerte por el asesinato de Adela y a dos penas de 20 años por los otros dos homicidios frustrados. El Tribunal Supremo confirmó la sentencia, se agotaron todos los recursos y las peticiones de clemencia resultaron inútiles. Sólo cabía esperar el indulto, pero el Consejo de Ministros se dio por enterado de la sentencia, lo que significaba que se procedería inmediatamente a su ejecución por medio del garrote vil.

La fecha señalada fue el 19 de mayo de 1959, y la víspera se iniciaron en la prisión de Valencia los preparativos del siniestro ritual.

Antonio López Guerra, el verdugo, se presentó a las diez de la noche, tal y como le habían citado. Tenía ocho horas por delante porque “el trabajo”, como a él le gustaba decir, estaba previsto para las seis de la madrugada, antes de que amaneciera. Ocho horas para hacerse con el lugar y preparar el garrote, adaptando a la silla en la que se iba a sentar Pilar el palo, el torniquete, la argolla y los demás elementos que componían el nefasto instrumento.

Este López Guerra es el mismo que dos meses después ejecutó a Jarabo en Madrid, cuya curiosa historia podeis ver pinchando aquí, y sería también el ejecutor de Salvador Puig Antich en marzo de 1974, el último ejecutado en el garrote vil, pero a nuestro amigo nadie le había prevenido de que esa noche la condenada era una mujer, y ahí empezaron los problemas: en el momento que fue informado se negó a ejecutar a Pilar.

Tal como dijo años después al escritor Daniel Sueiro:

Una de las primeras condiciones que se debían poner al entrar en este destino es la de no tener que ejecutar nunca a una mujer. Ejecutar a una mujer es peor que ejecutar a treinta hombres. Tener que hacerlo con una mujer es lo más duro, y más con una muchacha joven de carnes tan blancas como aquélla”.

La imagen en el cuerpo de guardia era dantesca. Al verdugo le habían dado una botella entera de coñac para darle valor, todos los presentes estaban pendientes del teléfono por si llegaba el indulto en el último instante, lo que todos deseaban para poder ahorrarse el macabro espectáculo, y Pilar gritaba como una posesa: “¡Soy muy joven! ¡No quiero que me maten!”.

Así continua la narración del verdugo López Guerra a Daniel Sueiro:

Todas las personas que estábamos allí, el presidente, los del tribunal, empleados de la prisión de mujeres y todos, hasta el cura, todos decaídos y desanimados porque una mujer es muy diferente a un hombre. Una hora lo menos esperando allí, desde las seis de la mañana hasta cerca de las siete, ya era completamente de día, se hizo de día y todos con las caras desencajadas y a uno de los oficiales le dio un mareo y tuvieron que llevárselo.

Iban a dar las siete, ya de día, hacía sol y entonces ya sin poder aguantar voy y le digo que a ver qué hacemos, qué coño pasa, cuándo se hace esto porque si no yo me voy. La muchacha debió de oírme, que seguía allí esperando, y entonces va y se dirige a mí y entonces fue cuando ella me preguntó si yo tenía mujer, si tenía una hija, sí, y por qué tenía tanta prisa, por qué tenía yo tantas ganas de matarla
”.

Pero López Guerra no tenía en absoluto ganas de matarla y al oír las palabras de Pilar acerca de si tenía una hija volvió a negarse a ejecutarla.

Cuando daban las siete en el reloj de la prisión y el sol brillaba en el patio, la fuerza pública tuvo que llevar a rastras hasta el patíbulo tanto a la condenada como a su verdugo. Con visibles temblores, López Guerra fue capaz de dar una vuelta y media de manivela, suficiente para romperle el cuello a aquella desgraciada que acababa de cumplir 31 años.

El fiscal del caso, José Vicente Chamorro, tuvo que presenciar por obligación la ejecución y contó que lo vivido había sido suficiente para hacerle luchar toda su vida contra la pena de muerte. Uno de los letrados, también testigo presencial, le contó todos los detalles a un paisano y amigo suyo, un tal Luis García Berlanga, director de cine que a su vez se los contó a Rafael Azcona, su guionista favorito, y así nació una de las más grandes películas del cine español: "El verdugo".

Besos a tod@s


jueves, 24 de septiembre de 2009

EL OSO SOLDADO

Hola, amigos:

hace poco hablaba con un amigo acerca de la segunda guerra mundial y me he acordado de la historia del oso Wojtek, verdaderamente curiosa. Dedicado a mi amigo Pollo, del que espero un día no muy lejano que desentrañe el misterio de mi ADN, porque lo mío no es de ser un humano normal.

En 1944, los aliados que combatían en la batalla de Monte Cassino estaban esperando un envío de munición. Cuando les anunciaron la llegada del convoy no podían creer lo que veían: un enorme oso avanzaba con aplomo y seguridad con una gran caja atada a su espalda. No se trataba de una visión. Los polacos de la 22ª Compañía de Transporte que participaron en esta larga y sangrienta batalla contaron con un oso para trasladar cajas de munición.

El modo en que el animal había llegado hasta allí no podía ser más rocambolesco.

Un montón de soldados polacos habían quedado inmovilizados al principio de la guerra. Con el paso del tiempo se decidió crear dos cuerpos de ejército con ellos y mandarlos al Líbano. Se entrenaron en el Mar Caspio y comenzaron su camino a través de las montañas que separan Irán de Irak.

En un desfiladero entre Hamadan y Kangavar encontraron un muchacho hambriento y cansado que les pidió algo de comida. Mientras se la daban, los soldados advirtieron que el saco que cargaba se movía. Comprobaron que se trataba de un cachorro de oso pardo de unas ocho semanas. Según les contó el chico, lo había encontrado en una cueva después de que unos cazadores hubiesen matado a su madre.

Uno de los polacos se mostró dispuesto a comprarle el cachorro. El niño se negó a desprenderse de él, pero los soldados comenzaron a ofrecerle chocolatinas, latas de carne y caramelos, hasta que un bolígrafo que se convertía en navaja acabó por decidirle a vender el animal.

Para alimentar al oso improvisaron un biberón con una botella de vodka vacía y un pañuelo con un pequeño agujero en el centro que hacía la función de una tetina. Después de comer, nuestro amigo buscó acomodo junto a un soldado llamado Piotr y se quedó dormido. Después de ese día siempre buscaría al mismo soldado para hacer la siesta a su lado.

Decidieron bautizarle con un nombre típicamente polaco, Wojtek (pronunciado voi-tec) y a lo largo de los meses siguientes, nuestro amigo recibió todo tipo de atenciones por parte de sus nuevos compañeros. Wojtek se adaptó rápidamente al ambiente castrense y pronto abandonó los biberones para desarrollar una afición especial por la cerveza, lo que terminó por convertirlo en un soldado mas. Se integró tan bien que en los desfiles caminaba erguido sobre dos patas y en los trayectos en jeep o camión iba sentado como cualquier pasajero, para sorpresa de los que lo veían por primera vez.

A comienzos de 1944, el alto mando decidió mandar las tropas polacas a Italia, donde los Aliados trataban de romper el frente en la región que rodeaba la abadía de Monte Cassino, sin conseguirlo por culpa de la tenaz resistencia alemana. Llegaron por carretera al puerto de Alejandría, y allí les aguardaba una desagradable sorpresa: los británicos no permitían que viajara ningún animal a bordo del buque, insistían en que Wojtek debía quedarse en Egipto.

Los soldados polacos no estaban dispuestos de ningún modo a dejar atrás a su amigo, así que decidieron alistarlo en el Ejército proporcionándole toda la documentación pertinente. El encargado de permitir el embarque examinó con asombro las credenciales del plantígrado, fotos y huella dactilar incluidos. Haciendo gala de la proverbial flema británica, invitó al animal a subir al barco dándole una palmada en el hombro.

Los polacos entraron en combate en el mes de abril. Las posiciones avanzadas en los abruptos peñascos de Monte Cassino debían ser abastecidas de alimentos y munición a través de estrechos y peligrosos caminos, por lo que el acarreo del material debía hacerse con mulas. Cuando empezaron a bajar la cajas de un camión, Wojtek se acercó al vehículo y se puso en pie sobre las dos patas traseras, mientras que con las delanteras intentaba acercarse al material como si quisiera cogerlo.

Los soldados, algo intrigados por el resultado, ataron una caja al lomo del animal y éste comenzó a avanzar con seguridad. A partir de aquel momento, los polacos confiarían en Wojtek para que cargara con las cajas más pesadas, y el oso nunca les defraudó. Un soldado dibujó la imagen de Wojtek trasladando al hombro una gran bomba y ésa pasaría a ser la insignia oficial de la unidad. Sin dar muestras de fatiga y sin asustarse en ningún momento por el ruido de las continuas explosiones, el animal colaboró con su fuerza y resistencia en la batalla de Monte Cassino, que culminaría en mayo con la toma de la abadía y la colocación de la bandera polaca en las ruinas del disputado edificio.

Una vez finalizada la contienda, los soldados fueron trasladados a Gran Bretaña y Wojtek fue con ellos. Llegaron a Glasgow, donde fueron recibidos triunfalmente por la población. Pero la gran atracción era sin duda nuestro amigo, que desfilaba orgulloso al frente de sus compañeros por las calles de la ciudad escocesa. Ese fue el gran momento de gloria del que era ya popularmente conocido como el Oso Soldado.

A partir de aquí la historia de Wojtek se torna agridulce. El Ejército polaco fue desmovilizado en 1947. Durante dos años , los soldados polacos habían esperado inútilmente poder volver a su país y ser recibidos como héroes, pero sus esperanzas se habían visto frustradas al encontrarse Polonia bajo el control férreo de las tropas soviéticas. Solo unos pocos afrontaron el riesgo de regresar a su país natal, la inmensa mayoría prefirió quedarse en Gran Bretaña o emigrar a Estados Unidos, Canadá o incluso Australia.

Ante la inminente despedida, los que habían sido sus compañeros deseaban poner a Wojtek en libertad en algún bosque pero las leyes británicas lo impedían, por lo que se tomó la decisión de enviarlo al zoo de Edimburgo, donde fue recibido como una celebridad. Los artistas acudían allí para reproducir su imagen en cuadros o esculturas. Sus antiguos compañeros, ahora civiles, le visitaban a menudo; una vez allí le llamaban por su nombre y el oso, reconociéndoles, les saludaba levantando una pata. Algunos saltaban la valla y pasaban unos minutos jugando con él, ante la mirada horrorizada de los vigilantes, que veían en Wojtek a un animal salvaje.

Los años fueron pasando y las visitas de sus antiguos amigos se fueron espaciando cada vez más. Wojtek no se adaptó a la vida en cautividad y pasaba cada vez más tiempo en su guarida, alejado de las miradas de los visitantes, que en el exterior de su recinto. Aunque era el animal más admirado por los niños, el Oso Soldado no se acostumbraba a su nuevo y monótono tipo de vida. En los últimos años de su existencia dejó de responder a casi todos los estímulos exteriores. Solo levantaba la cabeza si alguien le lanzaba un saludo en polaco.

Nuestro amigo falleció el 15 de noviembre de 1963 a los 22 años. Las autoridades del zoo erigieron una placa en su memoria, en una ceremonia a la que asistió una nutrida representación de sus antiguos compañeros. Hoy se pueden contemplar estatuas de Wojtek en el Imperial War Museum de Londres o en el Canadian War Museum de Ottawa, en homenaje a este animal que entró con todos los honores en la historia militar.

Besos a tod@s

jueves, 17 de septiembre de 2009

UNA HISTORIA DE LA PUTA MILI

Hola, amigos:

En primer lugar quiero dar publicidad al blog de mi hermano, http://erpansinsal.blogspot.com/. Si le echais un vistazo podreis comprobar cómo lo mio no es del todo culpa del que escribe, que hay un componente genético responsable de que sea como soy.

Y ahora navegamos de nuevo hacia las profundidades de mi interior, aunque esta vez os cuento una historia de la que fui testigo imparcial. Es un asunto turbio, oscuro a más no poder, censurado y silenciado por las autoridades militares, del que solo unos pocos tenemos conocimiento. Yo en concreto porque en aquella época estaba haciendo la mili y era el pringadillo al que le tocó la barrera del puesto de acceso, en primera fila de los acontecimientos.

Los que me conocéis bien sabéis que solo hice tres guardias y las tres fueron apoteósicas. Esta es la que menos veces he contado y por eso la publico.

La cosa aconteció mas o menos así:

Mayo de 1994. El verano parecía adelantarse. Estábamos en el segundo día de una ola de calor del demonio, era sábado por la tarde. El cabo de guardia dormitaba dentro de la casetilla de acceso a la base, con su aparato de aire acondicionado a 25ºC aproximadamente. Yo me deshidrataba junto a la barrera, al sol, a 37ºC, acordándome del "los cojones" que supuso la respuesta de mi superior a la pregunta "¿no puedo hacer la guardia desde la casetilla, mi cabo?".

Debo reconocer que también me acordaba de todos y cada uno de sus muertos, las cosas como son.

De pronto apareció una furgoneta Renault Express blanca, con el lateral lleno de bollos, que se paró en la barrera a mi voz de "deténgase, por favor".

Venimos a reparar el aire acondicionado del despacho del coronel. Nos han dado este fax, donde hacen la petición.

Y nos enseñó un papel arrugado, con una raya negra en vertical que atravesaba la página medio tapando el membrete.

El cabo llamó a secretaría y como era sábado por la tarde no había nadie.

El cabo llamó al suboficial de guardia, pero estaba ilocalizable.

El cabo llamó al oficial de guardia, que estaba durmiendo la siesta, se cabreó y dijo que no sabía nada.

Lo siento, no pueden entrar.

Muy bien, pero ayer insistieron una barbaridad en que el lunes tenía que estar funcionando porque el coronel está sudando la gota gorda. ¿Puede firmarnos el parte de haber venido y no haber entrado por orden suya, por favor? Aquí, ponga su nombre, cargo y DNI.

Pero...

Entiéndame, cabo. Yo soy un mandado, la bronca que se la monten al que sea de la base, pero no a mí.

A ver, un momento.

El cabo llamó de nuevo al oficial de guardia, le contó la película, intercambió impresiones mas o menos airadas y entre los dos decidieron que mejor que pasasen los técnicos.

Al cabo de media hora llegó la furgoneta de nuevo al control.

Hay que cambiar el compresor y eso mejor lo hacemos en el taller. ¿no nos pueden dar algún papelito o permiso o algo cuando volvamos para no tener que esperar tanto tiempo?

No se preocupen que hemos tomado nota y en el cambio de guardia lo comentamos. Podrán pasar de nuevo sin problemas.

Vale, hasta luego.

Adiós.

Pero no volvieron esa tarde. Ni el domingo. Ni el lunes. Y el martes me mandaron llamar, como integrante de la guardia del fin de semana que había sido.

Cuando terminé de declarar todo lo que os he referido hasta ahora me entretuve hablando con mi colega de secretaría y me enteré de lo que había pasado. La conversación entre el capitán y el coronel fue mas o menos así:

A sus órdenes, mi coronel. Sin novedad el fin de semana. Ya se han llevado el aire acondicionado de su despacho.

¿Qué?

El aire acondicionado, que lo están reparando, mi coronel.

Pero si funcionaba perfectamente, aquí no se ha llamado a nadie...

Del aire acondicionado nunca mas se supo. Ni del asunto, silenciado prudentemente pero de forma tajante por la oficialidad de la base.

Hasta ahora.

Besos a tod@s.

sábado, 12 de septiembre de 2009

HAY QUE SER PRÁCTICOS


Hola, amigos:

Los que me conocen bien suelen decir que soy bastante peculiar para muchas cosas, pero olvidan el hecho de que sobre todo soy un tipo muy práctico. El intento de congelar preservativos a punto de caducar para alargar su vida útil, utilizar super-glue para coger los bajos de los pantalones o reciclar un edredón de IKEA como mantel para una cena "chic" no son mas que algunos ejemplos de esta practicidad que me caracteriza.

Y la historia me da la razón. Hay que ser prácticos. Aquí tenéis algunos ejemplos.

En el año 333 A.C. Alejandro Magno comenzaba su conquista del mundo. En un país llamado Frigia se encontraba con una reliquia muy particular: unas cuerdas atadas con un nudo imposible de deshacer, según la leyenda, salvo por el elegido para conquistar Oriente.

Tras oír pacientemente de boca de los sacerdotes las mil maneras en que miles de reyes habían fracasado al deshacer el nudo, Alejandro dijo: "lo mismo da cortarlo que desatarlo", sacó su espada, le pegó a las cuerdas un buen tajo y las separó.

Con dos cojones.

Y funcionó.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses ponían latas que contenían nata, azúcar y trozos de fruta en los compartimientos del artillero de popa de los bombarderos B-29. Las bajas temperaturas que sufrían a causa de la altura y las constantes vibraciones conseguían que se fabricase un helado bastante bueno.

Cuando EEUU comenzó a mandar astronautas al espacio se planteó un problema básico: ¿Cómo escribir en el espacio? La pregunta tiene su miga, ya que en la Tierra la tinta del bolígrafo se sitúa en la punta por efecto de la gravedad. En el espacio no hay, así que nos encontramos en una situación similar a cuando intentamos escribir en un papel boca arriba y no podemos escribir al poco rato porque la tinta tiende hacia abajo.

Para resolver este problema idearon y construyeron un aparatejo que pudiera escribir sin gravedad, naciendo así el bolígrafo de tinta a presión, tras un gasto de tiempo y dinero enormes.

Cuando acabó la guerra fría, la primera vez que americanos y soviéticos colaboraron juntos en una misión, los astronautas yanquis se quedaron de piedra al comprobar que el sistema de los rusos era... usar lápices.

Practicidad, amigos, practicidad.

Besos a tod@s

jueves, 3 de septiembre de 2009

VIAJE EN EL TIEMPO

Hola, amigos:

No, no me refiero al viaje al pasado vía botox que efectúan los famosillos decrépitos, sino a los saltos en el tiempo, hacia el futuro, que se han dado a través de los siglos. Que sí, que se han dado. Algunos están hasta documentados. Dios mío, parezco Iker Jiménez...

El más llamativo tuvo lugar en el siglo XVI, donde todo el mundo experimentó el hecho de adelantarse diez días hacia el futuro. ¿Como fue posible? Gracias al representante directo de Dios en la Tierra: el Papa Gregorio XIII.

Desde la antigüedad, la gente se regía por las fases de la luna, ya que determinaban las mareas, fundamentales para el comercio marítimo; los eclipses, fundamentales para las diferentes religiones; las cosechas, fundamentales para el alimento y el comercio terrestre; y la menstruación femenina, fundamental para el sexo de los más escrupulosos.

El caso es que era un calendario poco fiable. Los romanos, por ejemplo, siempre tan prácticos para todo, se encontraban con meses de 40 días y otros de 15 y con mucha frecuencia las primaveras solares podían coincidir con inviernos virtuales en el calendario y varias veces estuvieron a punto de cambiarlo.

En el año 46 AdC, Julio César decidió romper de una vez por todas con la tradición, terminó con el lunar e instituyó el uso del solar. Para ello pidió a los matemáticos mas capacitados que calculasen la duración exacta del año, y la suma resultante fue 365,25 días. Este calendario, llamado Juliano en su honor, contenía meses de 30 y 31 días, excepto febrero que tenía 28 días y 29 en los años bisiestos. Dada la tecnología de la época, el cálculo fue tremendamente exacto porque sólo se equivocó en 11 minutos y 14 segundos.

En aquel momento, el error no tuvo ninguna importancia, pero...

1600 años más tarde, a mediados del siglo XVI, el calendario llevaba 10 días de adelanto a las estaciones.
En 1582 el papa Gregorio XIII (1502-1585) ordenó revisarlo y por decreto divino ese año se suprimieron los días comprendidos entre el 5 y el 15 de octubre. Desde entonces, el calendario pasó a llamarse gregoriano y encontramos como ejemplo de este salto al futuro a Santa Teresa de Jesús, que murió el 4 de Octubre de 1582 y fue enterrada el día 15 del mismo mes, aunque en realidad era el día siguiente.

Originó también una confusión muy corriente, que consiste en decir que Cervantes y William Shakespeare murieron el mismo día del mismo año. Pero no es así.

Cervantes murió el 23 de Abril de 1616… del calendario gregoriano, que ya regía en España. Shakespeare también lo hizo, en efecto, el 23 de Abril, pero del calendario juliano (3 de mayo en el gregoriano), vigente todavía en Inglaterra.

Lo más llamativo es que la gente salió a las calles indignada formando lo que hoy día llamaríamos masivas manifestaciones. El pueblo llano era inculto, los burgueses algo menos, pero no estaban demasiado formados, así que tomaron las plazas principales y las Iglesias al grito unánime contra la reforma por una razón de bastante peso: el Papa les había quitado diez días de vida.

Hay tambien un segundo salto la mar de interesante, que tuvo lugar de forma intermitente en Inglaterra.

En 1901 el rey Eduardo VII ordenó adelantar media hora los 180 relojes de la finca de Sandringham, con la intención de disponer de más tiempo para cazar. En consecuencia, toda la actividad comercial de la comarca se regía por la peculiar “hora de Sandringham” siempre que el monarca andaba por los alrededores y volvía a la hora del país cuando se volvía a Londres. Su sucesor, Jorge V, mantuvo aquella costumbre pero Eduardo VIII volvió a sincronizar los relojes con los del resto del reino en 1936.

Besos a tod@s