lunes, 22 de diciembre de 2008

EL CICLISTA QUE DERROTO AL SERVICIO SECRETO

Hola, amigos:

Me gustó mucho la película "La vida de los otros". Trata la historia de un espia de la Stasi (servicio secreto de la RDA, República Democrática Alemana) en la época del Telón de Acero, y cómo se implica en la vida de los que debe vigilar. En busca de más información sobre el tema me topé con la historia de Wolfgang Lötzsch, un ex-ciclista, dándose la casualidad de que yo lo conocí en persona cuando colaboré en la organización de la Vuelta Ciclista a España y él era el mecánico de bicicletas del equipo Gerolsteiner, sin tener ni idea de su historia, que es apasionante.

La vemos.

A los 17 años, los cazatalentos alemanes lo llamaban "el rey del ciclismo". Le apodaron El Largo, y a los 18 años sus tests fisiológicos y de resistencia eran superiores a los de Täve Schur, el campionissimo del Este, doble campeón del mundo amateur y repetido vencedor de la Carrera de la Paz, equivalente al Tour de Francia en el bloque comunista, ya que los ciclistas del Este no participaban en las pruebas que se celebraban en los países capitalistas.

A finales de 1971, Lötzsch es la gran esperanza del ciclismo alemán del Este para ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Múnich 72, disputados en el territorio más enemigo, la República Federal de Alemania. Para cerrar su pase al equipo nacional, los directivos de su club le convocan en otoño. Le acompaña su padre a la reunión, un hombre de 71 años que ha sobrevivido a dos guerras mundiales, inconformista, escéptico y algo ingenuo.

Por eso, cuando le sugieren a su hijo la conveniencia de afiliarse al Partido de Unidad Socialista de Alemania, salta disparado como un muelle. Dice que su hijo sólo quiere hacer deporte, que le dejen tranquilo, y que además en la RDA no hay libertad de opinión ni de prensa.

Los funcionarios respondieron al ataque chantajeando a Wolfgang.

¿A quién quieres más, a tu padre o al socialismo?

Y el hijo, con la mezcla de valentía, ingenuidad y cabezonería que le distinguiría siempre, respondió:

Estoy de acuerdo con mi padre. No me gustan algunas cosas de este país.

Unos días después, en vísperas de un entrenamiento en Bélgica, Lötzsch es expulsado del club por su "completa inestabilidad política". Se le cerraron de golpe las puertas del equipo nacional, de los Juegos Olímpicos y de un futuro sin preocupaciones como figura del socialismo. Debería haber sido el fin de su carrera deportiva, pero fue el comienzo de su leyenda.

El ciclismo es su vida. No puede abandonar. Lötzsch encuentra un hueco en una liguilla de empresas. Corre sin ningún apoyo, con su vieja bicicleta, una pesada Diamant, la marca mítica del Este, fabricada en su propia ciudad. Mientras el sistema estatal de entrenamientos perfecciona el trabajo sobre los grandes talentos incluyendo el doping sistemático, él se entrena solo en las colinas que rodean su ciudad.

Gana todas las carreras de la liga de empresas. Se gana también el derecho a competir en los campeonatos nacionales y en la carrera de un día más importante, la Vuelta a Berlín, disputada sobre el pavés, el Tour de Flandes del Este. Contra todo pronóstico se impone en el campeonato nacional, modalidad de persecución, a la élite del ciclismo de la Alemania Socialista. La afición estalla y reclama la participación en los Mundiales que se había ganado.

El régimen, ridiculizado, cambia inmediatamente las reglas. Lötzsch no irá al Mundial, pero cuantos más obstáculos pone el Estado en su camino, con más fuerza se entrena, con más determinación trabaja. En las carreras, entre los equipos oficiales, se repite la consigna: todos contra Lötzsch. Se prohíbe a otros corredores hablar con él. A un ciclista que le dio la mano tras una carrera lo expulsaron del equipo nacional.

Y contra todos, contra el sistema, contra ciclistas dopados, Lötzsch sigue ganando.

En 1974 gana por primera vez la Vuelta a Berlín y también el campeonato nacional de carretera, la Vuelta a Sajonia. Pero la selección nacional le sigue vedada. El régimen se inventa reglas absurdas. En una ocasión le obligaron a salir cinco minutos después que el pelotón, pero alcanzó al grupo y ganó la carrera. De esa forma se ganó a la afición y se convirtió en un héroe, jaleado, animado con pancartas, con cánticos y con gritos.

Pero el sistema siguió respondiendo de una manera brutal y cobarde. En una carrera, en 1975, Lötzsch sufre una caída. Inconsciente, se queda clavado en el asfalto, la cabeza rota, sangrando. Nadie se detiene a ayudarle por miedo. El pelotón pasa de largo, los coches le esquivan. Finalmente, en el último coche, el médico de un equipo se compadece, se detiene y le transporta al hospital, donde permanece en coma varias semanas con el cráneo fracturado.

Cuando despierta, vuelve a entrenarse y cuando está dispuesto para volver a correr recibe un golpe más duro: la federación le suspende, no puede participar en ninguna carrera. El asunto Lötzsch ya ha alcanzado por entonces los más altos niveles del aparato deportivo de la RDA y la Stasi ya había empezado a trabajar. Hay momentos en que le espían no menos de 50 colaboradores no oficiales, los oídos de la dictadura del proletariado.

Lötzsch, entonces, trata de irse al Oeste. En la Embajada de Bonn le dicen que pida permiso. Dos veces lo rechazan. La Stasi, además, busca cazarle con las manos en la masa: un agente le propone un plan de huida ilegal. Lötzsch no pica. Se reúne en secreto con Rudi Altig, el gran corredor de la Alemania Occidental, que dirige a un equipo en una competición en la RDA, y le pide ayuda. Luego da un paso más: visita al corresponsal en el Este del Süddeutsche Zeitung, un periódico occidental, y le cuenta su historia. El 20 de julio de 1976, toda Alemania la lee.

La Stasi está furiosa. Una noche, la Policía Nacional (Volkspolizei) le detiene y le provoca. Él estalla.

Los ciudadanos de la RDA no tenemos derechos.

Detenido y condenado por "repetido libelo de Estado", Lötzsch pasa 10 meses en una celda de ocho metros cuadrados sin ventanas. Hace diariamente 400 flexiones y 3.000 abdominales que le mantienen en forma. Si se hubiera abandonado, si hubiera perdido la forma, si hubiera renunciado a ser ciclista, lo hubiesen deportado. Pero en las condiciones en las que abandona la reclusión, fuerte como al entrar, la Stasi no se puede permitir que salga de la RDA. Un renegado no iba a ganar medallas para el enemigo de clase.

En el otoño de 1977, al salir en libertad, Lötzsch quiere correr de nuevo pero la sombra de la Stasi no le abandona. Es un "enemigo del Estado". Merece vigilancia plena y detenciones constantes.

Un día, harto, decidió combatir al régimen con sus mismas armas. Acepta afiliarse al partido, retira su petición de permiso para salir del país y finge haberse reformado. Sólo tiene un objetivo: el gran regreso. Su gran día le llega finalmente en 1983, a los 30 años.

El sol quema. 128 corredores toman parte en la 77ª edición de la Vuelta a Berlín, los mejores del país, el orgullo del régimen, los ciclistas modelo: Olaf Ludwig, Uwe Ampler, corredores soviéticos, polacos... y Wolfgang Lötzsch. Solo. Sin equipo.

Su única oportunidad es la fuga en solitario. Se escapa en el kilómetro 50. Una locura porque quedan otros 150 km por delante. Pero contra todo pronóstico, como siempre, Lötzsch gana. Llega solo a la meta, aclamado por cientos de personas que han bajado a la carretera al oír de su fuga por la radio, con más de 8 minutos y medio de ventaja, una auténtica barbaridad. Tras esa carrera puso punto y final a su vida deportiva.

Treinta años necesitó Lötzsch para acudir al Giro y otras carreras con las que soñaba en su juventud. Lo hizo como mecánico de los equipos ciclistas Milram y Gerolsteiner. Pero esa época también se acabó. Ahora tiene un taller de bicicletas en las afueras de su ciudad de toda la vida, Chemnitz, en un garaje pegado a su casa, un local con una persiana metálica enrollable "de los tiempos del Este" decorado con pósters de Induráin, Pantani y las coronas doradas de sus viejas victorias.

Tras la caída del muro pudo leer las 2.000 páginas que los espías de la Stasi habían recopilado sobre él. Durante 17 años la policía secreta de la RDA no recolectó informes de honores ni medallas, sino de su vida cotidiana, transcripciones de escuchas, de seguimientos, de delaciones. Lo que descubrió en los documentos de la Operación Radio de Bicicleta, una de las más amplias de los servicios secretos en el terreno deportivo, era aún más duro de tragar que cualquier suspensión: Ni uno solo de sus amigos se salvaba. Todos le espiaron.

El no les guarda rencor. En una entrevista reciente se limitó a decir:

"No soy una persona que quiera revancha, sólo quiero que mi historia no se olvide".

Esta es la historia del ciclista que derrotó al servicio secreto de Alemania.

Besos a tod@s.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego hay gente con un tesón y una fuerza increible,toda una historia para contar y un tio al q entrevistar desde luego...y curiosear sobre su estado de valores,todo un personaje si,señor.Un beso muy fuerte y un feliz navidad para todos ,hoy en vez de escribir esto en mi rato de asueto del mediodia lo escribo en un rato de asueto en un dia cualkiera de mis vacaciones navideñas con un resfriado de no te menees,sabeis ya kien soy???si,,La Patri

Anónimo dijo...

Oye Miguel,no se si este blog aceptará sugerencias pero el otro día vi la peli del padrino,aunke parezca mentira no la habia visto nunca,y la verdad es q me gustó bastante y eso q la cogí ya empezada,pues se me ha ocurrido (siempre si al gran genio de las historias le apetece,claro)escribir curiosidades de esa película,tu sabes los cotilleos o información más profunda,no se,sobre el rodaje,los personajes,alguna anecdota curiosa....Bueno,eso lo dejo a tu elección,sin más ,un besote, espero verte pronto.La Patri