viernes, 19 de diciembre de 2008

EL PACIENTE INGLES. Y la historia de la Bella Durmiente.

Hola, amigos:

Debo decir que, en su día, la película me pareció un auténtico tostón. Insoportable. Eterna. Así que no tuve demasiada curiosidad cuando me topé con Laszlo Almasy, la persona que inspiró el personaje de la peli. Pero resulta que su vida es mucho más interesante que el "flim", y tiene mucho que ver con el cuento de la Bella Durmiente, así que os invito a que os adentréis en sus aventuras. Por cierto, a raíz de esto he intentado ver de nuevo la película, por si acaso me cogió en un momento malo, pero no, es decididamente insoportable.

Allá vamos.

Nació en Borostyanko, en Hungría, en el año 1895. Hijo de una familia aristocrática pero sin título nobiliario, el joven Laszlo pronto se entusiasma por las nuevas tecnologías que aparecían en la época, y a los 17 años se convierte en un pionero de la aviación y un experto conductor de automóviles.

En la Primera Guerra Mundial, sirvió en las fuerzas aéreas húngaras donde destacó como piloto y fue condecorado en varias ocasiones. Su lealtad a la corona le llevará a ayudar a la restauración monárquica en Hungría y recibe el honor de conducir el vehículo que llevó al rey Carlos IV de vuelta a Budapest desde el exilio. El rey le concedió el título de Conde.

Tras la guerra, Almasy, como representante de la marca de automóviles austriacos Steyr Autmobilewerke, realizó en 1926 un test de resistencia de dichos vehículos completando la distancia que separa Alejandría, en Egipto, del Sudán, siguiendo el cauce del rio Nilo y sentando las bases para intentar una grandísima aventura.

En 1929, con dos vehículos Steyr, Almasy recorrió nada menos que 12.000 km. a través del Noreste de Africa, Libia, Egipto y Sudán en un viaje que cambió su vida. Redescubrió una antigua ruta de esclavos, llamada Ruta de los Cuarenta pues ese era el número de días que se tardaba en recorrer, durísima para los cautivos y que conectaba Egipto con el resto de Africa. Almasy se enamoró de la inmensidad del Sahara durante esa expedición.

Cruzando las arenas del desierto en Libia, escuchó de los beduinos antiguas leyendas contadas en las frías noches al calor del fuego, y entre ellas la historia sobre el oasis perdido de Zerzura, que se decía que estaba en algún lugar en el corazón del desierto, custodiado por un pájaro blanco. Sólo los hombres más valientes podrían acceder al secreto lugar, que estaba repleto de oro y tesoros y en el que yacía una reina durmiente que sólo podría ser despertada con un beso.

¿Os suena?.

Exploradores del XIX como Sir John Gardner Wilkinson o Gerhard Rohlfs mencionaron Zerzura en sus escritos. Se trataba de una zona situada en medio del desierto, supuestamente entre Libia y Egipto. Los habitantes de oasis como el de Dachla, en Egipto, hablaban de los tres valles (wadis) pedidos de Zerzura. La tecnología de principios del XX hacía más fácil la exploración del desierto, pero en la decada de los 30 el interior del desierto libio seguía sin ser cartografiado.

Almasy, que dominaba seis idiomas incluyendo el árabe, se ganó el favor de la corte del rey de Egipto. El Principe Kemal el Din había realizado en 1926 una expedición en la que descubrió una enorme meseta de arena y piedra llamada Gilf Kebir y se convirtió en su mecenas en la búsqueda de Zerzura.

Tras consultar estudios científicos, mapas, documentos históricos y escuchar a los beduinos del desierto, Almasy concluyó que Zerzura debía estar en alguna parte de la inexplorada región del Gilf Kebir, cerca del final de la ruta que partía del oasis Duchla al oasis Kufra.

En 1930-31, un joven barón inglés, Sir Robert Clayton, se unió a Almasy en su búsqueda. Asimismo, otros dos ingleses, el comandante de la R.A.F. Penderel y Patrick Clayton (sin parentesco alguno con el socio de nuestro amigo) comenzaron otra expedición. Estos últimos localizaron desde el aire, en la meseta de Gilf Kebir, dos wadis (posibles valles de Zerzura) pero no pudieron alcanzarlos en sus vehículos Ford.

Mientras tanto, Almasy emprendió un arriesgado viaje a través de territorio desconocido para conseguir agua en el oasis Kufrah atravesando lo que los beduinos llamaban el Gran Mar de Arena. Esta expedición a la zona de Kufrah, convertida en colonia italiana el año anterior hizo sospechar a los oficiales italianos de las reales intenciones de Almasy. En cualquier caso, la expedición se quedó sin gasolina y agua y tuvo que regresar al Cairo. Por entonces, el Principe Kemal el Din y Sir Robert Clayton mueren.

Patrick Clayton se dirige con su expedición al Gran Mar de Arena alcanzando desde el Norte el Gilf Kebir en busca de los dos valles que había visto desde el aire el año anterior. Encuentra la entrada al valle principal Wadi Abd el Malik y lo explora. Vuelve al osais de Kufrah donde la viuda de Sir Robert Clayton se une a la expedición. Juntos exploran un segundo valle, Wadi Sura.

Las dificultades económicas de Almasy hacen que su expedición no parta hasta Marzo de 1933. Acompañado por el Comandante Penderel, Arnold Hoellriegel (periodista austriaco), Hans Casparius (fotógrafo alemán) y Laszlo Kadar (geógrafo húngaro) cartografían las zonas este y sur del Gilf Kebir, y descubren el Paso de Aqaba que corta los dos lados de la meseta. En Abril del mismo año llegan al Oasis de Kufrah, cosa que terminó de convencer a los italianos que el Conde Almasy era un espía inglés.

Desde allí Almasy y su expedición se dirigen hacia el lado oeste del Gilf Kebir, dónde descubren Wadi Talh, el tercer valle de Zerzura. La vieja leyenda se hacía realidad y Almasy pudo por fin dibujar Zerzura en el mapa.

Poco después, la expedición de Almasy exploró el pozo de agua de Ain Dua en los Montes Uweinat, al sur del Gilf Kebir, en la intersección de las modernas fronteras de Libia, Egipto y Sudán. Esa zona había sido ya explorada en 1923 por el egipcio Ahmed Hassanein Bey, que descubrió pinturas rupestres de jirafas y antílopes sobre las rocas.

Almasy descubrió otra cueva cuyas paredes también estaban repletas de ese tipo de pinturas rupestres. Pero lo más sensacional de su descubrimiento fue que pintados en la roca había figuras de... ¡hombres nadando!. En medio del desierto del Sahara, en el Gran Mar de Arena, hace miles de años, hubo agua.

Este descubrimiento convenció a Almasy que el Sahara no siempre había sido un desierto. Las pinturas supusieron un terremoto científico y fué el más importante de los descubrimientos de Almasy.

En los años siguientes, nuestro amigo dirigió otras exploraciones del desierto, especialmente por la zona del Gilf Kebir, el Gran Mar de Arena y el Wadi Hauar en Sudán. Mientras, trabajó en Egipto como instructor de vuelo.

En 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, tuvo que marcharse de Egipto y regresó a Budapest. Como Capitán en la reserva de las Fuerzas Aéreas Húngaras fue destinado al Afrika Korps de Rommel. Realizó importantes misiones bélicas como gran conocedor del desierto que era. Al final de la guerra fue juzgado por el Tribunal del Pueblo en Budapest como criminal de guerra, pero resultó absuelto por falta de pruebas.

En 1947 regresó a Egipto y comenzó a organizar una expedición en busca del ejército del rey persa Cambyses, basándose en unos escritos de Herodoto donde cuenta que un gran ejército persa se perdió en medio del Gran Mar de Arena en el siglo V a.C, pero no pudo llevarla a cabo al caer gravemente enfermo. Tuvo que marcharse a Austria.

Murió de disentería en Salzburgo en 1951. Tres semanas más tarde fue nombrado a título póstumo Director del Instituto del Desierto del Cairo.

"El desierto es horrible e ingrato, pero cualquiera que aspire a comprenderlo, debe regresar a él".

Laszlo Almasy.

Besos a tod@s.

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