Hey, hey, hey, atentos al final del blog, con el comentario y mi respuesta...
Hola, amigos:
En todas las familias hay una oveja negra. Bueno, salvo la mía, que tiene cabra negra en vez de oveja, porque el animalito en cuestión soy yo y no puedo tener más cuernos.
Pero a lo que vamos. El apellido Thyssen lo asociamos a la baronesa Carmen Cervera, bien amarrada a los árboles del Paseo del Prado, o a su hijo Borja y sus test de paternidad, pero se trata de una familia alemana ilustre, con un pasado algo menos brillante de lo que debería. Esta historia se refiere al difunto Barón Thyssen, más concretamente a su hermana, la también difunta Condesa Margit, que Satanás tenga bien acogida en su seno.
Nos situamos en un pueblo llamado Rechnitz, en la frontera entre Austria y Hungría, a mediados de Marzo de 1945. Los alemanes estaban prácticamente derrotados y la II Guerra Mundial se acercaba a su fin. Todos los nazis y simpatizantes que habían podido huir ya lo habían hecho, solo se quedaron los que no tenían donde ir o los que no querían dejar sus posesiones en manos de los rusos porque no tenían nada más.
El Ejército Rojo estaba a tan sólo 15 kilómetros del castillo de Rechnitz, propiedad de Margit Thyssen y su marido el conde Ivan Batthyany. Desde Octubre de 1944 los nazis estaban construyendo una fortificación alrededor del mismo para frenar el avance soviético. La mano de obra estaba formada por prisioneros judíos sacados de varios campos de concentración. la mayoría llegaba a pie desde Budapest dejando por el camino centenares de muertos y los que lograban llegar se encontraban por lo general en un estado físico lamentable.
El 24 de Marzo de 1945 llegaron a Rechnitz 600 judíos. La condesa había cedido los sótanos del castillo a los nazis, donde hacinaban a los presos en unas condiciones espantosas. Unos 200 de ellos estaban en tan mal estado a su llegada que no podían trabajar. Esa noche, Margit Thyssen y su marido invitaron a su castillo a unas 40 personas, lo que quedaba de la jerarquía húngara nazi. La fiesta empezó a las nueve.
Pasada la medianoche, el jefe local del partido y funcionario de la Gestapo, Franz Podezin, reunió a 15 de los invitados más importantes en una habitación, entre los que estaba la condesa Thyssen, repartió armas y munición y los condujo a los sótanos donde se encontraban los 200 judíos más enfermos. Los obligaron a desnudarse y a continuación los invitados, casi todos borrachos, practicaron el tiro al blanco con los prisioneros.
Los mataron a todos. Concluida la faena regresaron a la fiesta, donde volvieron a unirse al resto, y siguieron bebiendo y bailando hasta el amanecer. Al día siguiente, Podezin y el administrador del castillo, Joachim Oldenburg ordenaron a varios presos judíos que cavasen las tumbas para enterrar a los muertos. A los enterradores los llevaron a un matadero de reses donde los asesinaron a tiros para no dejar testigos de la matanza.
Diez días después de la fiesta en el castillo, las tropas rusas entraron en Rechnitz y el castillo salió ardiendo en circunstancias poco claras. Unas versiones acusan a los soviéticos y otras sostienen que fueron los nazis para borrar sus huellas.
En 1946 se inició un proceso contra los presuntos culpables, que salieron muy bien librados por la negativa de los testigos a ratificar sus declaraciones. Algo ayudó que los testigos mejor dispuestos a contarlo todo, Karl Muhr y Nikolaus Weiss, muriesen asesinados antes de prestar declaración ante el tribunal. A pesar de todo, la condesa ayudó a huir al jefe local nazi Podezin y al administrador Oldenburg. Hicieron bien en salir por patas porque poco después se reabrió el proceso con ellos dos como máximos acusados y fueron declarados en busca y captura.
El 2 de enero de 1963, el papel de la condesa, que ante la justicia austriaca sólo prestó declaración como testigo, todavía ocupaba a la justicia alemana, porque se confirmó que seguía en contacto con los fugados. Un tribunal de Ludwigsburg publicó lo siguiente:
"Puesto que Podezin mantiene estrechas relaciones con la condesa Margit, la esposa del propietario en su día del castillo, existe la sospecha de que ayudó a huir a Alemania Occidental tanto a Oldenburg, antiguo administrador de la propiedad, como a Podezin".
En la foto tenemos de izquierda a derecha a Heinrich Thyssen padre, Margit, su marido y Heinrich junior, futuro de Tita.
El 13 de mayo de 1963, Oldenburg recibió una carta de Podezin. El ex jefe de la Gestapo en Rechnitz le contaba que estaba huyendo bajo la amenaza de un proceso penal y que intentó escapar a través de El Cairo, pero no lo consiguió. Podezin le pedía dinero a Oldenburg y la condesa Thyssen para poder huir a Suramérica, y amenazaba, si no lo recibía, con recurrir a la prensa "para arrastrarlos por la mierda" y con denunciar "los servicios de delaciones y otras cosas" prestados por la condesa.
Aunque la condesa y el ex-administrador publicaron la carta y negaron siempre haber ayudado al nazi, en noviembre de aquel año se comprobó la presencia en Pretoria (Suráfrica) de Podezin, que llegó allí a través de España. No se sabe de quien obtuvo la ayuda necesaria. Su rastro se perdió para siempre en Argentina.
El fiscal sobreseyó por falta de pruebas la acusación contra Oldenburg el 21 de septiembre de 1965 en medio de un escándalo.
La condesa se refugió en Suiza y se dedicó al cuidado de una famosa cuadra de caballos purasangre llamada "Erlenhof" que le cedió su hermano Heini, el futuro marido de Tita Cervera. La cuadra, situada en la localidad de Bad Homburg, al sur de Alemania, había sido fundada por un industrial judío, Moritz James Oppenheimer, que murió en 1940 tras ser encarcelado por los nazis en 1933. Thyssen padre se aprovechó de la situación y compró el criadero, que heredó Heini, quien a su vez lo cedió a su hermana. Los purasangres ganaron muchos premios y se cotizaban a precios fabulosos.
El 15 de septiembre de 1989, Margit Batthyany-Thyssen murió en Suiza y se llevó a la tumba el secreto de su participación en la orgía de vino y sangre ocurrida en su castillo poco antes del final de la guerra.
Rechnitz se refugió en el silencio más impenetrable sobre lo ocurrido aquella noche en la que asesinaron a esos 200 judíos enfermos e indefensos. En el pueblo se levanta hoy un enorme monumento a los muertos en el granero donde una horda de nazis borrachos los mataron a balazos.
Un director de cine austriaco, Eduard Erne, dedicó más de cuatro años a la realización de un documental sobre Rechnitz y la búsqueda de las tumbas de los judíos asesinados, que todavía hoy no se han encontrado. El documental, titulado "Silencio de muerte", refleja la atmósfera de miedo que persiste en el pueblo al tratar el tema. El dueño de un café decía: "Los judíos tienen su muro de las lamentaciones y nosotros nuestro muro de silencio". Una mujer hacía una curiosa recomendación: "No tenéis que buscar los huesos de los judíos, dedicaos a buscar el oro que se llevaron consigo". Un ex alcalde declaraba: " Dios quiere que no se encuentren las tumbas".
El cineasta declaró a la radio alemana que la condesa estaba del todo implicada en el mal trato a los judíos: "El castillo era enorme, con establos y oficinas. Desde allí se dirigía la construcción de la fortificación. Pusieron a disposición de los nazis los establos para albergar a los esclavos. Cuando avanzó el Ejército Rojo, todos huyeron".
Besos a tod@s
P.S: A las 16:12 P.M. he flipado en colores con el comentario de David R. Lichtfield, que para los que no sepais inglés viene a decir lo siguiente, mas o menos:
Querido ' Miguel de Sevilla '.
Está bien ver esta historia, aunque estoy perplejo porque usted no me ha mencionado a mí o a mi libro (La Historia Secreta de los Thyssen) o el hecho de que publiqué esta historia hace dos años en el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Pero usted ha decidido usar mis fotografías sin el título o la referencia a mis derechos de autor. Podría usted añadirlos, por favor. No deseo ser un grano en el culo, pero 14 años de investigación en la creación de mi libro y la publicación de esta historia en un dominio público merece algún respeto. Apreciaría enormemente que usted hiciera algo al respecto inmediatamente. Si necesita más información, por favor avísenos.
http: // www.davidrllitchfield.com
Hola, amigos:
En todas las familias hay una oveja negra. Bueno, salvo la mía, que tiene cabra negra en vez de oveja, porque el animalito en cuestión soy yo y no puedo tener más cuernos.
Pero a lo que vamos. El apellido Thyssen lo asociamos a la baronesa Carmen Cervera, bien amarrada a los árboles del Paseo del Prado, o a su hijo Borja y sus test de paternidad, pero se trata de una familia alemana ilustre, con un pasado algo menos brillante de lo que debería. Esta historia se refiere al difunto Barón Thyssen, más concretamente a su hermana, la también difunta Condesa Margit, que Satanás tenga bien acogida en su seno.
Nos situamos en un pueblo llamado Rechnitz, en la frontera entre Austria y Hungría, a mediados de Marzo de 1945. Los alemanes estaban prácticamente derrotados y la II Guerra Mundial se acercaba a su fin. Todos los nazis y simpatizantes que habían podido huir ya lo habían hecho, solo se quedaron los que no tenían donde ir o los que no querían dejar sus posesiones en manos de los rusos porque no tenían nada más.
El Ejército Rojo estaba a tan sólo 15 kilómetros del castillo de Rechnitz, propiedad de Margit Thyssen y su marido el conde Ivan Batthyany. Desde Octubre de 1944 los nazis estaban construyendo una fortificación alrededor del mismo para frenar el avance soviético. La mano de obra estaba formada por prisioneros judíos sacados de varios campos de concentración. la mayoría llegaba a pie desde Budapest dejando por el camino centenares de muertos y los que lograban llegar se encontraban por lo general en un estado físico lamentable.
El 24 de Marzo de 1945 llegaron a Rechnitz 600 judíos. La condesa había cedido los sótanos del castillo a los nazis, donde hacinaban a los presos en unas condiciones espantosas. Unos 200 de ellos estaban en tan mal estado a su llegada que no podían trabajar. Esa noche, Margit Thyssen y su marido invitaron a su castillo a unas 40 personas, lo que quedaba de la jerarquía húngara nazi. La fiesta empezó a las nueve.
Pasada la medianoche, el jefe local del partido y funcionario de la Gestapo, Franz Podezin, reunió a 15 de los invitados más importantes en una habitación, entre los que estaba la condesa Thyssen, repartió armas y munición y los condujo a los sótanos donde se encontraban los 200 judíos más enfermos. Los obligaron a desnudarse y a continuación los invitados, casi todos borrachos, practicaron el tiro al blanco con los prisioneros.
Los mataron a todos. Concluida la faena regresaron a la fiesta, donde volvieron a unirse al resto, y siguieron bebiendo y bailando hasta el amanecer. Al día siguiente, Podezin y el administrador del castillo, Joachim Oldenburg ordenaron a varios presos judíos que cavasen las tumbas para enterrar a los muertos. A los enterradores los llevaron a un matadero de reses donde los asesinaron a tiros para no dejar testigos de la matanza.
Diez días después de la fiesta en el castillo, las tropas rusas entraron en Rechnitz y el castillo salió ardiendo en circunstancias poco claras. Unas versiones acusan a los soviéticos y otras sostienen que fueron los nazis para borrar sus huellas.
En 1946 se inició un proceso contra los presuntos culpables, que salieron muy bien librados por la negativa de los testigos a ratificar sus declaraciones. Algo ayudó que los testigos mejor dispuestos a contarlo todo, Karl Muhr y Nikolaus Weiss, muriesen asesinados antes de prestar declaración ante el tribunal. A pesar de todo, la condesa ayudó a huir al jefe local nazi Podezin y al administrador Oldenburg. Hicieron bien en salir por patas porque poco después se reabrió el proceso con ellos dos como máximos acusados y fueron declarados en busca y captura.
El 2 de enero de 1963, el papel de la condesa, que ante la justicia austriaca sólo prestó declaración como testigo, todavía ocupaba a la justicia alemana, porque se confirmó que seguía en contacto con los fugados. Un tribunal de Ludwigsburg publicó lo siguiente:
"Puesto que Podezin mantiene estrechas relaciones con la condesa Margit, la esposa del propietario en su día del castillo, existe la sospecha de que ayudó a huir a Alemania Occidental tanto a Oldenburg, antiguo administrador de la propiedad, como a Podezin".
En la foto tenemos de izquierda a derecha a Heinrich Thyssen padre, Margit, su marido y Heinrich junior, futuro de Tita.
El 13 de mayo de 1963, Oldenburg recibió una carta de Podezin. El ex jefe de la Gestapo en Rechnitz le contaba que estaba huyendo bajo la amenaza de un proceso penal y que intentó escapar a través de El Cairo, pero no lo consiguió. Podezin le pedía dinero a Oldenburg y la condesa Thyssen para poder huir a Suramérica, y amenazaba, si no lo recibía, con recurrir a la prensa "para arrastrarlos por la mierda" y con denunciar "los servicios de delaciones y otras cosas" prestados por la condesa.
Aunque la condesa y el ex-administrador publicaron la carta y negaron siempre haber ayudado al nazi, en noviembre de aquel año se comprobó la presencia en Pretoria (Suráfrica) de Podezin, que llegó allí a través de España. No se sabe de quien obtuvo la ayuda necesaria. Su rastro se perdió para siempre en Argentina.
El fiscal sobreseyó por falta de pruebas la acusación contra Oldenburg el 21 de septiembre de 1965 en medio de un escándalo.
La condesa se refugió en Suiza y se dedicó al cuidado de una famosa cuadra de caballos purasangre llamada "Erlenhof" que le cedió su hermano Heini, el futuro marido de Tita Cervera. La cuadra, situada en la localidad de Bad Homburg, al sur de Alemania, había sido fundada por un industrial judío, Moritz James Oppenheimer, que murió en 1940 tras ser encarcelado por los nazis en 1933. Thyssen padre se aprovechó de la situación y compró el criadero, que heredó Heini, quien a su vez lo cedió a su hermana. Los purasangres ganaron muchos premios y se cotizaban a precios fabulosos.
El 15 de septiembre de 1989, Margit Batthyany-Thyssen murió en Suiza y se llevó a la tumba el secreto de su participación en la orgía de vino y sangre ocurrida en su castillo poco antes del final de la guerra.
Rechnitz se refugió en el silencio más impenetrable sobre lo ocurrido aquella noche en la que asesinaron a esos 200 judíos enfermos e indefensos. En el pueblo se levanta hoy un enorme monumento a los muertos en el granero donde una horda de nazis borrachos los mataron a balazos.
Un director de cine austriaco, Eduard Erne, dedicó más de cuatro años a la realización de un documental sobre Rechnitz y la búsqueda de las tumbas de los judíos asesinados, que todavía hoy no se han encontrado. El documental, titulado "Silencio de muerte", refleja la atmósfera de miedo que persiste en el pueblo al tratar el tema. El dueño de un café decía: "Los judíos tienen su muro de las lamentaciones y nosotros nuestro muro de silencio". Una mujer hacía una curiosa recomendación: "No tenéis que buscar los huesos de los judíos, dedicaos a buscar el oro que se llevaron consigo". Un ex alcalde declaraba: " Dios quiere que no se encuentren las tumbas".
El cineasta declaró a la radio alemana que la condesa estaba del todo implicada en el mal trato a los judíos: "El castillo era enorme, con establos y oficinas. Desde allí se dirigía la construcción de la fortificación. Pusieron a disposición de los nazis los establos para albergar a los esclavos. Cuando avanzó el Ejército Rojo, todos huyeron".
Besos a tod@s
P.S: A las 16:12 P.M. he flipado en colores con el comentario de David R. Lichtfield, que para los que no sepais inglés viene a decir lo siguiente, mas o menos:
Querido ' Miguel de Sevilla '.
Está bien ver esta historia, aunque estoy perplejo porque usted no me ha mencionado a mí o a mi libro (La Historia Secreta de los Thyssen) o el hecho de que publiqué esta historia hace dos años en el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Pero usted ha decidido usar mis fotografías sin el título o la referencia a mis derechos de autor. Podría usted añadirlos, por favor. No deseo ser un grano en el culo, pero 14 años de investigación en la creación de mi libro y la publicación de esta historia en un dominio público merece algún respeto. Apreciaría enormemente que usted hiciera algo al respecto inmediatamente. Si necesita más información, por favor avísenos.
http: // www.davidrllitchfield.com
Estimado Sr. Litchfield:
Estoy tan perplejo como usted, aunque en mi caso porque da por supuesto que debo estar enterado de su existencia o de la de su libro o de que conozco el Frankfurter Allgemeine Zeitung, sea lo que sea eso. Bien, si lo que necesita es una palmadita de reconocimiento, la tiene, aunque toda la información la haya extraído de páginas web internacionales públicas, aunque todas las fotos procedan de páginas web internacionales públicas, aunque sea una información que se obtiene poniendo en Google "Tita Cervera Borja", "Rechnitz" o "Margit Batthyany-Thyssen". Además resulta gratificante saber que soy una pieza clave en el entramado internacional de la información clasificada.
David R L Lichtfield, le concedo su primer deseo: le menciono en mi blog.
En cuanto a su segundo deseo, le contaré algo de mí: tengo cuernos. Desearía no ser un cornudo, pero lo soy. Usted no desea ser un grano en el culo, pero...
Era broma, hombre, no se me enfade. Como regalito, le dejo publicitar gratis su página web http: // www.davidrllitchfield.com sin necesidad de que me mencione en ella.
4 comentarios:
Dear 'Mike From Seville'.
While it is good to see this story, I am puzzled why you have not mentioned me or my book ('La Historia Secreta de los Thyssen') or the fact that I broke this story two years ago in Frankfurter Allgemeine Zeitung. But you have chosen to use my photographs without caption or reference to my copyright. Could you please add these. I don't wish to be a pain in the arse, but 14 years of research in creating my book and getting this story back into the public domain deserves some respect. I would thus greatly appreciate it if you would do something about this immediately. If you need any further information, please let us know.
http://www.davidrllitchfield.com
Dear Litchfeld:
Le he contestado publicandolo en la entrada. Lo he hecho en español, ya que ha entendido usted perfectamente en ese idioma el artículo.
Muchas Gracias.
A usted, my friend, a usted, aunque no tengo muy claro si lo suyo es retranca, que mi sentido del humor le queda un poquitín largo o que no entiende el castellano tan bien como parece.
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