Hola, amigos:
Volvemos al lado oscuro, aunque esta vez voy a aprovechar que mi amigo Javi ya lee el blog para contar algo que, aunque tuvo mi participación directa, fue culpa suya.
Hicimos un viaje organizado en bus a Salou. Eramos cuatro, mi amigo Javi, dos amigas y yo. Después de un interminable trayecto llegamos reventados, pero no lo suficiente como para dejar de tomarnos una cervecita y entonar el cuerpo. Las niñas dijeron rápido que a dormir, pero nosotros decidimos dar una vuelta por Salou y comprobar si el hotel estaba cerca de la playa.
Un carajo. En lo alto de una montaña. Y para llegar a la zona de bares y la playa había que hacer una "C" enorme porque por el medio había un descampado. Tras las cervezas nos enfrentamos a la dura realidad: trayecto cuesta arriba y hotel a tomar por el culo. Así que decidimos acortar por el descampado y para nuestra sorpresa había un caminito a través de las hierbas y matorrales, señal de que otros aventureros exhaustos o borrachos habían emprendido la exploración de la zona antes que nosotros.
El día siguiente, después de liarla en el karaoke del hotel y salir tan aclamados como Falete en las Fiestas Mayores de Coria (este hecho merece un post en exclusiva, que ya montaré) la mitad del autobús se apuntó a una copita. Y terminamos por convertirnos en héroes cuando hicimos partícipe al grupo de la nueva ruta hacia los bares.
Cuando íbamos por la mitad del camino, con nosotros guiando sabiamente al grupo, Javi puso cara de malo.
Sigue la broma, Migue, que nos vamos a reír.
Vale.
Y dijo con voz alta y clara:
Migue, ¿eso es una serpiente?
Pues... sí.
Y en ese preciso momento las chicas empezaron a gritar como posesas.
En décimas de segundo se organizó una formidable estampida humana. Los tacones se convirtieron en zapatillas de deporte y las faldas en cinturones, de lo remangadas que se encontraron. Los chicos fueron empujados, apartados o pisoteados por aquella horda femenina sin control. Ni siquiera siguieron el caminito, aquella manada de mujeres histéricas invadió los matorrales, corriendo cuesta arriba como si les fuese la vida en ello.
Rápidamente ayudamos a los chicos a levantarse, fuimos hacia las chicas y nos encontramos con una escena dantesca. Faldas y camisetas rasgadas, brazos y piernas arañados, medias rotas, la mayoría llorando, otras diciendo qué miedo, qué asco...
Cualquiera decía que era una broma, así que nos limitamos a decir que la bicha era enorme pero no parecía peligrosa. Esa noche nos quedamos en el hotel y nunca mas volvimos a gastar una broma similar.
Bueno, sí. Pero esa es otra historia.
Besos a tod@s
Volvemos al lado oscuro, aunque esta vez voy a aprovechar que mi amigo Javi ya lee el blog para contar algo que, aunque tuvo mi participación directa, fue culpa suya.
Hicimos un viaje organizado en bus a Salou. Eramos cuatro, mi amigo Javi, dos amigas y yo. Después de un interminable trayecto llegamos reventados, pero no lo suficiente como para dejar de tomarnos una cervecita y entonar el cuerpo. Las niñas dijeron rápido que a dormir, pero nosotros decidimos dar una vuelta por Salou y comprobar si el hotel estaba cerca de la playa.
Un carajo. En lo alto de una montaña. Y para llegar a la zona de bares y la playa había que hacer una "C" enorme porque por el medio había un descampado. Tras las cervezas nos enfrentamos a la dura realidad: trayecto cuesta arriba y hotel a tomar por el culo. Así que decidimos acortar por el descampado y para nuestra sorpresa había un caminito a través de las hierbas y matorrales, señal de que otros aventureros exhaustos o borrachos habían emprendido la exploración de la zona antes que nosotros.
El día siguiente, después de liarla en el karaoke del hotel y salir tan aclamados como Falete en las Fiestas Mayores de Coria (este hecho merece un post en exclusiva, que ya montaré) la mitad del autobús se apuntó a una copita. Y terminamos por convertirnos en héroes cuando hicimos partícipe al grupo de la nueva ruta hacia los bares.
Cuando íbamos por la mitad del camino, con nosotros guiando sabiamente al grupo, Javi puso cara de malo.
Sigue la broma, Migue, que nos vamos a reír.
Vale.
Y dijo con voz alta y clara:
Migue, ¿eso es una serpiente?
Pues... sí.
Y en ese preciso momento las chicas empezaron a gritar como posesas.
En décimas de segundo se organizó una formidable estampida humana. Los tacones se convirtieron en zapatillas de deporte y las faldas en cinturones, de lo remangadas que se encontraron. Los chicos fueron empujados, apartados o pisoteados por aquella horda femenina sin control. Ni siquiera siguieron el caminito, aquella manada de mujeres histéricas invadió los matorrales, corriendo cuesta arriba como si les fuese la vida en ello.
Rápidamente ayudamos a los chicos a levantarse, fuimos hacia las chicas y nos encontramos con una escena dantesca. Faldas y camisetas rasgadas, brazos y piernas arañados, medias rotas, la mayoría llorando, otras diciendo qué miedo, qué asco...
Cualquiera decía que era una broma, así que nos limitamos a decir que la bicha era enorme pero no parecía peligrosa. Esa noche nos quedamos en el hotel y nunca mas volvimos a gastar una broma similar.
Bueno, sí. Pero esa es otra historia.
Besos a tod@s
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