El anterior post lo dejamos en la bata verde formando la tienda de campaña. Con el eco de la risa del enfermero cabrón. Pensando en cómo se tomarían los médicos que aquello estuviera tenso como una pandereta por culpa de una mente pervertida y perversa (en este caso la mente del enfermero, no la mía).
La teoría de Albert Einstein acerca de la relatividad del tiempo se manifestaba en toda su crudeza en esos momentos de espera solitaria, sentado en aquella salita blanca y fría. Al cabo de lo que para mí fueron horas y para el resto de la humanidad 2 minutos se abre la puerta y asoma la cabeza de una mujer muy guapa que me sonríe y me dice con voz cantarina: Vamos, que te toca.
Verá, señorita, es que... no sé como decirle... no puedo.
¿Qué te pasa ? ¿No me dirás que tienes miedo ?
No... bueno, sí, un poco... pero no es eso, es que... yo...emm...
Y decido descruzar las piernas y levantarme porque no sé cómo explicar que la tengo dura como la cara del Conde Lequio y prefiero que saque sus propias conclusiones acerca mi apuro.
Así que es eso... No pasa nada chaval, estamos acostumbrados. Verás como se te pasa enseguida. Anda, entra.
Y sonríe.
Y a mí no me gusta un pelo esa sonrisa, y todavía menos el brillo de su mirada al pronunciar la palabra "enseguida", pero entro.
El quirófano es pequeño, blanco, muy luminoso. Dentro hay dos médicos y la enfermera anestesista que me esperan de pie al lado de la camilla. Y allí estamos mi erección y yo tumbándonos. Yo pienso que en cualquier momento mi amigo dejará de despedir calor y latir, pero no hay manera de que aquello baje. En cuanto estoy tumbado, despliegan una cortinilla verde por encima de mi ombligo. Un médico se sitúa tras mi cabeza y apoya sus manos sobre mis hombros con suavidad, relajándome un poco. Lo veo como si estuviese cabeza abajo y me sonríe cálidamente, haciendo que me sienta reconfortado por primera vez en horas.
Te han explicado que es anestesia local, ¿no ? - dice la voz cantarina, oculta tras la cortinilla.
Sí, señorita.
¿Preparado entonces?
Umm... más o menos
Y en cuanto termino de pronunciar la palabra "menos" el médico a mi cabeza presiona con fuerza mis hombros hacia abajo, noto como sujetan firmemente mis piernas y la enfermera me pone la anestesia local, clavando la aguja de una jeringa en la mismísima punta del glande.
Me quedo sin aire.
Dolor no es la palabra.
Me pongo tieso como un filete de ternera barato, suelto el alarido más inhumano que garganta alguna sea capaz de producir y con el mejor acento castellano que haya salido de mi boquita jamás, pronunciando bien todas las letras, le digo a la enfermera de la voz cantarina:
¡¡¡¡¡ HIJA DE LA GRAN PUTA !!!!!!
A lo que me contesta - vamos, vamos, que el segundo pinchazo ya duele menos.
Entonces comprendo que sobran las palabras con aquella dominatrix viciosa. Suelto dos lagrimones grandes como marmolillos de una catedral y siento claramente cómo, tras el segundo pinchazo, mi amigo deja de expedir calor y latir, por lo que supongo que ya no está erguido.
Tal vez ha muerto para siempre, así que me abandono y dejo a mi mente flotar en una nebulosa deseando desesperadamente que dure toda la operación.
Y continuaremos la historia, con la tercera y definitiva parte en un próximo post.
Besos a tod@s menos a una.
La teoría de Albert Einstein acerca de la relatividad del tiempo se manifestaba en toda su crudeza en esos momentos de espera solitaria, sentado en aquella salita blanca y fría. Al cabo de lo que para mí fueron horas y para el resto de la humanidad 2 minutos se abre la puerta y asoma la cabeza de una mujer muy guapa que me sonríe y me dice con voz cantarina: Vamos, que te toca.
Verá, señorita, es que... no sé como decirle... no puedo.
¿Qué te pasa ? ¿No me dirás que tienes miedo ?
No... bueno, sí, un poco... pero no es eso, es que... yo...emm...
Y decido descruzar las piernas y levantarme porque no sé cómo explicar que la tengo dura como la cara del Conde Lequio y prefiero que saque sus propias conclusiones acerca mi apuro.
Así que es eso... No pasa nada chaval, estamos acostumbrados. Verás como se te pasa enseguida. Anda, entra.
Y sonríe.
Y a mí no me gusta un pelo esa sonrisa, y todavía menos el brillo de su mirada al pronunciar la palabra "enseguida", pero entro.
El quirófano es pequeño, blanco, muy luminoso. Dentro hay dos médicos y la enfermera anestesista que me esperan de pie al lado de la camilla. Y allí estamos mi erección y yo tumbándonos. Yo pienso que en cualquier momento mi amigo dejará de despedir calor y latir, pero no hay manera de que aquello baje. En cuanto estoy tumbado, despliegan una cortinilla verde por encima de mi ombligo. Un médico se sitúa tras mi cabeza y apoya sus manos sobre mis hombros con suavidad, relajándome un poco. Lo veo como si estuviese cabeza abajo y me sonríe cálidamente, haciendo que me sienta reconfortado por primera vez en horas.
Te han explicado que es anestesia local, ¿no ? - dice la voz cantarina, oculta tras la cortinilla.
Sí, señorita.
¿Preparado entonces?
Umm... más o menos
Y en cuanto termino de pronunciar la palabra "menos" el médico a mi cabeza presiona con fuerza mis hombros hacia abajo, noto como sujetan firmemente mis piernas y la enfermera me pone la anestesia local, clavando la aguja de una jeringa en la mismísima punta del glande.
Me quedo sin aire.
Dolor no es la palabra.
Me pongo tieso como un filete de ternera barato, suelto el alarido más inhumano que garganta alguna sea capaz de producir y con el mejor acento castellano que haya salido de mi boquita jamás, pronunciando bien todas las letras, le digo a la enfermera de la voz cantarina:
¡¡¡¡¡ HIJA DE LA GRAN PUTA !!!!!!
A lo que me contesta - vamos, vamos, que el segundo pinchazo ya duele menos.
Entonces comprendo que sobran las palabras con aquella dominatrix viciosa. Suelto dos lagrimones grandes como marmolillos de una catedral y siento claramente cómo, tras el segundo pinchazo, mi amigo deja de expedir calor y latir, por lo que supongo que ya no está erguido.
Tal vez ha muerto para siempre, así que me abandono y dejo a mi mente flotar en una nebulosa deseando desesperadamente que dure toda la operación.
Y continuaremos la historia, con la tercera y definitiva parte en un próximo post.
Besos a tod@s menos a una.
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