Hola, amigos:
Dicen los expertos en marketing que no hay nada como un titular llamativo para que la gente pique y entre a leer. Luego, con una historia medianamente interesante, el lector se engancha con cierta facilidad. A ver si es verdad.
Hoy trataremos el caso de Enrique VIII, rey de Inglaterra, conocido sobre todo por ser el inventor del divorcio express, algo rudimentario ya que se trataba de cortar la cabeza de la consorte para poder reemplazarla por otra, además de proclamarse portavoz de Dios para legitimar las posteriores uniones. De ahí lo de religión.
Este amiguete tiene el honor de ser el monarca absolutista mas absoluto de todos los tiempos, por encima de nuestro Felipe II o el Rey Sol francés, lo que pasa es que tiene menos fama de ello porque los ingleses otra cosa no tendrán, pero venden su imagen estupendamente. De aquí lo de los cojones.
Aquí nuestro amigo nació en 1491 y se encontró en el trono de Inglaterra a los 18 años de carambola, teniendo que heredar por motivos políticos a la esposa de su hermano, recién fallecido e inicialmente destinado a ser coronado rey. Esta mujer era la española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, y aseguraba una alianza entre España e Inglaterra en contra de Francia.
Pasa el tiempo y llega al trono español Carlos I de España y V de Alemania, que ya no es tan simpático con nuestro amigo. Como además Catalina no es capaz de concebir un heredero y el rey es amante de las hermanas Bolena, decide pedir una dispensa papal para poder divorciarse, pero hay un problema.
El emperador Carlos I domina España, Alemania y el sur de Italia, acaba de ser nombrado por el Papa Defensor de la Fe, subvenciona la guerra contra los protestantes y además toma parte en ella bajo la bandera del catolicismo. El Papa no puede aprobar el divorcio con la española. Después de muchas negociaciones, cartas falsas y sobornos fracasados, se carga al arzobispo de Canterbury, pone un títere en su lugar que anula el matrimonio y pasa olímpicamente del Papa y Carlos I. Así se casa con Ana Bolena y se queda con su hermana María como amante.
El Papa clama al cielo, azuzado por el emperador español, y lo excomulga. Enrique se declara entonces cabeza de la iglesia en Inglaterra, interlocutor único y directo entre Dios y los ingleses, y aprovecha para saquear todos los monasterios, cuyas riquezas ya no irán a Roma, sino a las arcas del rey.
En estas, Enrique toma una nueva amante y decide que ya tuvo bastantes problemas con su primer divorcio, así que acusa a Ana Bolena de incesto con toda su familia, y le corta la cabeza a ella, su hermana, su hermano y la mitad de sus parientes. Como es viudo, ya se puede casar con su amante, Jane Seymour.
Esta mujer le da un hijo varón que el rey acoge con gran alegría, pero muere al poco del parto. Y además el niño no es precisamente un prodigio de salud, así empieza a buscar una nueva esposa que le conviniera políticamente.
Le proponen casarse con Ana de Cleves, una holandesa. El rey pone la condición de conocerla primero aunque sea por un retrato, así que le mandan una pintura, decide que no está mal y acepta. Pero el pintor había exagerado bastante la belleza de la candidata, algo que se descubrió cuando Enrique levantó el velo de la novia en la boda.
Nuestro amigo sintió una inmediata aversión por su esposa. Cuando la reina se enteró del apodo que le puso el rey, "la yegua de Flandes", y fue consciente de la peculiar manera de entender el divorcio que tenía Enrique, no puso ningún problema para firmar la no consumación del matrimonio, afirmando que las visitas del rey a su lecho conyugal eran solo para darle las buenas noches y un besito casto y puro en la frente, lo que podía ser perfectamente cierto en vista de la belleza inversa de la consorte. Ana se libró así de la decapitación, pero no le sucedió lo mismo a Thomas Cromwell, el que había propuesto el matrimonio al rey, que pierde la cabeza el mismo día que Enrique se casa con Catalina Howard, la quinta esposa y la única que le pondría unos cuernos como los del toro que mató a Manolete.
Catalina tenía solo 18 años y era demasiado joven para saber el terreno que pisaba. Solo así se explica que se fuera a la cama primero con un secretario y luego con un noble. El rey se enteró, claro, y se divorció de ella rápidamente por el procedimiento habitual, aplicando también la decapitación a los dos desafortunados amantes reales.
Solo un año mas tarde se casó con una viuda rica, llamada Catalina Parr, que fue la única que le sobrevivió, seguramente porque el rey se hizo una herida en el muslo que nunca cicatrizó bien, impidiéndole la movilidad y haciéndole engordar hasta el punto de que su medida de cintura era nada menos que 137 cm. Además comenzó a manifestar síntomas de tener sífilis, por lo que su interés por las mujeres decayó sensiblemente.
Solo tres años después de su boda, en 1547, moría Enrique VIII, dejando un legado de caprichos, al país en una situación económica más que delicada, en un marco religioso muy inestable y sin embargo siendo bastante querido por su pueblo. Posiblemente porque era un buen publicista de sí mismo.
Besos a tod@s
Dicen los expertos en marketing que no hay nada como un titular llamativo para que la gente pique y entre a leer. Luego, con una historia medianamente interesante, el lector se engancha con cierta facilidad. A ver si es verdad.
Hoy trataremos el caso de Enrique VIII, rey de Inglaterra, conocido sobre todo por ser el inventor del divorcio express, algo rudimentario ya que se trataba de cortar la cabeza de la consorte para poder reemplazarla por otra, además de proclamarse portavoz de Dios para legitimar las posteriores uniones. De ahí lo de religión.
Este amiguete tiene el honor de ser el monarca absolutista mas absoluto de todos los tiempos, por encima de nuestro Felipe II o el Rey Sol francés, lo que pasa es que tiene menos fama de ello porque los ingleses otra cosa no tendrán, pero venden su imagen estupendamente. De aquí lo de los cojones.
Aquí nuestro amigo nació en 1491 y se encontró en el trono de Inglaterra a los 18 años de carambola, teniendo que heredar por motivos políticos a la esposa de su hermano, recién fallecido e inicialmente destinado a ser coronado rey. Esta mujer era la española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, y aseguraba una alianza entre España e Inglaterra en contra de Francia.
Pasa el tiempo y llega al trono español Carlos I de España y V de Alemania, que ya no es tan simpático con nuestro amigo. Como además Catalina no es capaz de concebir un heredero y el rey es amante de las hermanas Bolena, decide pedir una dispensa papal para poder divorciarse, pero hay un problema.
El emperador Carlos I domina España, Alemania y el sur de Italia, acaba de ser nombrado por el Papa Defensor de la Fe, subvenciona la guerra contra los protestantes y además toma parte en ella bajo la bandera del catolicismo. El Papa no puede aprobar el divorcio con la española. Después de muchas negociaciones, cartas falsas y sobornos fracasados, se carga al arzobispo de Canterbury, pone un títere en su lugar que anula el matrimonio y pasa olímpicamente del Papa y Carlos I. Así se casa con Ana Bolena y se queda con su hermana María como amante.
El Papa clama al cielo, azuzado por el emperador español, y lo excomulga. Enrique se declara entonces cabeza de la iglesia en Inglaterra, interlocutor único y directo entre Dios y los ingleses, y aprovecha para saquear todos los monasterios, cuyas riquezas ya no irán a Roma, sino a las arcas del rey.
En estas, Enrique toma una nueva amante y decide que ya tuvo bastantes problemas con su primer divorcio, así que acusa a Ana Bolena de incesto con toda su familia, y le corta la cabeza a ella, su hermana, su hermano y la mitad de sus parientes. Como es viudo, ya se puede casar con su amante, Jane Seymour.
Esta mujer le da un hijo varón que el rey acoge con gran alegría, pero muere al poco del parto. Y además el niño no es precisamente un prodigio de salud, así empieza a buscar una nueva esposa que le conviniera políticamente.
Le proponen casarse con Ana de Cleves, una holandesa. El rey pone la condición de conocerla primero aunque sea por un retrato, así que le mandan una pintura, decide que no está mal y acepta. Pero el pintor había exagerado bastante la belleza de la candidata, algo que se descubrió cuando Enrique levantó el velo de la novia en la boda.
Nuestro amigo sintió una inmediata aversión por su esposa. Cuando la reina se enteró del apodo que le puso el rey, "la yegua de Flandes", y fue consciente de la peculiar manera de entender el divorcio que tenía Enrique, no puso ningún problema para firmar la no consumación del matrimonio, afirmando que las visitas del rey a su lecho conyugal eran solo para darle las buenas noches y un besito casto y puro en la frente, lo que podía ser perfectamente cierto en vista de la belleza inversa de la consorte. Ana se libró así de la decapitación, pero no le sucedió lo mismo a Thomas Cromwell, el que había propuesto el matrimonio al rey, que pierde la cabeza el mismo día que Enrique se casa con Catalina Howard, la quinta esposa y la única que le pondría unos cuernos como los del toro que mató a Manolete.
Catalina tenía solo 18 años y era demasiado joven para saber el terreno que pisaba. Solo así se explica que se fuera a la cama primero con un secretario y luego con un noble. El rey se enteró, claro, y se divorció de ella rápidamente por el procedimiento habitual, aplicando también la decapitación a los dos desafortunados amantes reales.
Solo un año mas tarde se casó con una viuda rica, llamada Catalina Parr, que fue la única que le sobrevivió, seguramente porque el rey se hizo una herida en el muslo que nunca cicatrizó bien, impidiéndole la movilidad y haciéndole engordar hasta el punto de que su medida de cintura era nada menos que 137 cm. Además comenzó a manifestar síntomas de tener sífilis, por lo que su interés por las mujeres decayó sensiblemente.
Solo tres años después de su boda, en 1547, moría Enrique VIII, dejando un legado de caprichos, al país en una situación económica más que delicada, en un marco religioso muy inestable y sin embargo siendo bastante querido por su pueblo. Posiblemente porque era un buen publicista de sí mismo.
Besos a tod@s
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